Hace 60 millones de años, la selva sudamericana fue sacudida por la serpiente depredadora más grande que se haya arrastrado por la faz de la tierra. Sus restos siguen impresionando a la opinión pública:
Nunca se te ocurrió preguntarte. ¿Qué pasó después de que cayó el asteroide y mató a los dinosaurios? El planeta quedó profundamente conmocionado por el impacto. Existía un gran vacío ecológico dejado por los gigantes desaparecidos. Por fortuna, no todos fueron exterminados. Los animales más pequeños sobrevivieron, en especial mamíferos y reptiles como roedores, cocodrilos y serpientes, quienes terminaron siendo dueños del planeta.
A este período se le conoce con el nombre de Paleoceno. En esta etapa los continentes se dividen. Laurasia empieza a fraccionarse en América del Norte y Eurasia, mientras que los componentes de las antiguas Gondwana, Sudamérica, África, Australia y la Antártida se siguen distanciando.
En un inicio, el clima era más frío que en tiempos de los dinosaurios. La vegetación predominante eran los helechos que colonizaron los suelos que habían sufrido incendios forestales. Posteriormente aparecieron los cactus y las palmeras. No obstante, conforme el Paleoceno avanzaba, la temperatura aumentó, creció el nivel del mar al tiempo que surgía vegetación subtropical en la Patagonia y Groenlandia. Fue en este escenario en donde apareció la titanoboa.
Su nombre científico es Titanoboa Cerrejonensis, ya que fue descubierta en las minas de carbón de Cerrejón, ubicadas en el Estado de La Guajira, en Colombia. En este lugar, el geólogo Henry García encontró un extraño fósil, allá por el año 1994. Lo etiquetó como “rama petrificada” y lo guardó en un mostrador en las instalaciones de la mina.
Ocho años después el estudiante de geología Fabiany Herrera estaba de visita en las minas. Volteó una piedra y descubrió el fósil de una hoja. Volteó otra y encontró otro fósil. No importaba qué piedra fuera, el lugar estaba repleto de fósiles. Inmediatamente contactó al paleontólogo Carlos Jaramillo y al curador de plantas fósiles Scott Wing, ambos trabajadores del Museo Smithsoniano de Estados Unidos. Ellos visitaron las minas de Cerrejón e intentaron abrir el mostrador donde estaba guardada la supuesta “rama petrificada”, pero los mineros no encontraban la llave. El intrigado Scott Wing tomó fotos a través del vidrio y las envió a especialistas en Estados Unidos, quienes le confirmaron que la rama en verdad era la mandíbula de un cocodrilo extinto. Cuando por fin lograron abrir el estante, descubrieron que detrás de la mandíbula había otro hueso que parecía provenir de una pelvis.
Los investigadores por fin se contactaron con Henry García quien los llevó al lugar en donde había descubierto los fósiles, conocido como Pozo Expandido del Oeste. Ahí las excavadoras habían removido la tierra y el suelo estaba cubierto de fósiles de caparazones de tortugas que brillaban bajo el sol. De la noche a la mañana la mina se llenó de estudiantes de paleontología que mandaban fósiles a los laboratorios de Estados Unidos.
Tres años después, el estudiante de doctorado Edwyn Cadena, que estaba buscando huesos de tortugas prehistóricas, descubrió una vértebra especialmente grande que creyó de un cocodrilo. Los restos fueron enviados al laboratorio de la Universidad de Florida, en un paquete que fue abierto por el científico Alex Hastings, quien determino que en contra de lo que decía la envoltura, la vértebra le pertenecía a una serpiente. En los días siguientes la noticia se propagó y la nueva especie fue bautizada como titanoboa.
El descubrimiento no estuvo exento de retos. Para saber de qué se alimentaba la titanoboa y cuál era su verdadero tamaño se necesitaba la cabeza. Hasta ese momento la actividad minera había ayudado al descubrimiento de nuevas especies. Mientras más capas de tierra extraían los mineros, más especies se encontraban y cada vez más antiguas. El problema era que esta vez los mineros habían anunciado que iban a empezar a excavar en estratos inferiores y que toda la tierra de la época de la titanoboa sería retirada, perdiéndose cualquier rastro de ella. Los paleontólogos tuvieron que darse prisa.
Regresaron a Cerrejón y empezaron una búsqueda difícil porque los cráneos de las serpientes son extremadamente frágiles y por lo general son lo primero en desintegrarse. Encontraron varias vértebras y solo al final se toparon con la mandíbula dividida en tres pedazos de 17 centímetros cada uno.
Para determinar el verdadero tamaño de la titanoboa, los científicos tuvieron que compararla con serpientes actuales y realizaron algunas autopsias. El esqueleto de una boa de cinco metros de longitud era cincuenta veces más pequeño que los restos de la titanoboa. También se le comparó con el género extinto de serpientes Gigantophis, que llegó a alcanzar los once metros de largo, pero que tenía vértebras más pequeñas que la titanoboa. Al final haciendo una serie de cálculos se llegó a la conclusión de que el cuerpo de la titanoboa tenía sesenta centímetros de ancho y entre 13 y 14.9 metros de longitud, seis veces más largo que una anaconda. Pesaba 1133 kilos, tanto como un oso Kodiak y habría habitado la selva tropical entre hace 60 y 58 millones de años, tan solo 6 millones de años después del final de los dinosaurios.
La titanoboa comía de todo: peces, mamíferos y cocodrilos de mediano tamaño. Las tortugas de tres metros se salvaban ya que le era difícil engullir el caparazón, pero la mayoría de paleontólogos piensan que la titanoboa comía principalmente peces debido a que sus dientes se encontraban bastante pegados, lo que le habría facilitado atrapar animales resbalosos. La titanoboa era la reina de la selva, pero tenía un gran enemigo: el cocodrilo acherontisuchus guajiraensis, que llegaba a alcanzar entre 4 y 6.6 metros de largo. Era tan temible que se han encontrado rastros de sus mordidas en los esqueletos de las tortugas.
El acherontosichus atacaba a la titanoboa cuando era más vulnerable: inmediatamente después de comer. Si esto sucedía, ella podía vomitar lo que había tragado para perder peso, después se enroscaría alrededor del cocodrilo y apretaría hasta matarlo, pero no se lo comería porque era demasiado grande para ella. A pesar de a haber ganado la batalla, la titanoboa perdería su comida a medio digerir. Solo le quedaba cazar de nuevo.
El tamaño de un reptil está íntimamente ligado con la temperatura del ambiente. Esto se debe a que es un animal de sangre fría, su temperatura interna y su metabolismo dependen del calor del ambiente. Si el clima se vuelve más frío, sus procesos internos como por ejemplo la digestión o los latidos del corazón disminuyen. Por eso, en la actualidad los reptiles más grandes, como los cocodrilos, viven cerca del Ecuador. Según los últimos estudios científicos es posible determinar la temperatura de las épocas antiguas basándose en el tamaño de los animales de sangre fría. La titanoboa, el animal más largo del Paleógeno, tiene un especial interés. Dado su tamaño se estima que en la antigua La Guajira el clima tuvo que estar entre los 30 y los 34 grados centígrados. Los expertos indican que el ambiente estaba lleno de dióxido de carbono, que producía un efecto invernadero similar al actual y que retenía al calor dentro de la atmósfera provocando la subida de las temperaturas. Por fortuna para los animales, estas eran acompañadas por fuertes lluvias que mantenían con vida el bosque tropical.
Según los paleontólogos, la titanoboa está emparentada con la boa constrictor, una serpiente de cinco metros y medio de largo que vive en toda América y que caza a sus presas enrollándose alrededor de ellas y asfixiándolas. Su plato preferido son los murciélagos a quienes espera en lo alto de los árboles para capturarlos en pleno vuelo.
Desde su aparición, la titanoboa ha fascinado a los internautas, tanto así que la red está llena de extraños videos que aseguran haber captado una titanoboa 58 millones de años después de su extinción. Mientras, los científicos esperan encontrar otros restos de titanoboa fuera de las minas de Cerrejón. Estos fósiles darían más información sobre su modo de comportarse y sobre el medio ambiente tan caliente en el cual se habitaba.
Y esta fue la serpiente más grande de todos los tiempos: La Titanoboa. Si te gustó este post no te olvides de comentar y compartirlo.