El megalodón es una especie extinta de tiburón que siempre suscitó el interés y la fascinación del ser humano. Muchos piensan que este terrible depredador aun habita en el fondo de los océanos. ¿Será esto cierto? Sigue leyendo...
El tenebroso nombre del depredador
El terror del Mioceno
El megalodón vivió en un período que va desde los 23 millones de años hasta hace 2.6 millones de años. Eso es mucho tiempo ¿verdad? El planeta tierra era mucho más joven y el clima era totalmente distinto. Los científicos sitúan la existencia del megalodón entre dos épocas conocidas como Mioceno y Plioceno. Durante este tiempo la tierra vivió graduales alteraciones en la temperatura. En un inicio el clima se enfrío con respecto al período anterior, pero entre los 21 y 14 millones de años se calentó alcanzando un pico calórico al final de ese período para después volver a caer para dar paso a las glaciaciones. Esto afectaría directamente al megalodón.
Pocos restos para tanto animal
El megalodón fue un pez cartilaginoso. El problema con esto es que el cartílago se descompone al poco tiempo de la muerte de su dueño y por tanto no se fosiliza. ¿Has visto esas mandíbulas colgadas en algunos museos? Son simples reconstrucciones hechas basándose en las proporciones del tiburón blanco. Lo único que se ha encontrado del megalodón son algunas vértebras, algunos coprolitos, es decir las heces fosilizadas, y sobre todo se han hallado numerosos dientes que a pesar de hallarse fácilmente son excesivamente caros y forman parte de los tesoros de muchos recolectores de fósiles.
Un tamaño de espanto
El arma mortal
Los dientes del tiburón megalodón eran gigantescos. Hay de muchos tamaños, pero los más grandes llegan a medir 7 pulgadas (18 centímetros) de alto. Tienen forma triangular y la base en forma de V. Su borde era finamente aserrado, tratando de asemejar el borde de una sierra eléctrica. En cada pulgada de filo se puede encontrar 50 de estas pequeñas puntas. Imagínate lo que debe doler tener clavado todo esto. El megalodón podía abrir su boca hasta 6.5 pies (2 metros) de ancho, lo suficiente para tragarse a una persona alta de un solo bocado. Su fuerza de mordida está estimada entre 11 y 18 toneladas, potencia que es cinco veces más fuerte que la del tiranosaurio y diez veces más poderosa que la del tiburón blanco. Como el megalodón sacudía la cabeza al momento de atacar, al igual que el tiburón blanco, se piensa que la fuerza que sintieron sus víctimas fue mayor…y no creas que se contentaba con morder, los dientes además de cortar carne le servían para sujetarse a la presa y no soltarla por más que esta se moviera así hubiera huesos de por medio.
Los secretos de las vértebras
Otros importantes restos encontrados son las vértebras, que tienen forma circular. Los científicos dicen que el megalodón poseía un estimado de 200 vértebras, un número superior al de cualquier tiburón. Cerca de Amberes, Bélgica, se desenterró 155 vértebras de megalodón que medían entre 2.1 y 6.1 pulgadas (5.5 y 15.5 centímetros) de diámetro y si esto te parece mucho, prepárate para sorprenderte, porque en Dinamarca se encontraron otras vértebras de hasta 9 pulgadas (23 centímetros) de diámetro. Los científicos usan estas piezas para determinar la edad del megalodón al cual pertenecían. Las vértebras tienen pliegues circulares formando anillos y si alguna vez has talado un árbol te habrás dado cuenta de que mientras más anillos tiene el tronco de un árbol más anciano es. Los mismo sucede con el megalodón. Los anillos se surgían con cada cambio de estación, si durante la estación había crecido mucho, estos eran gruesos, y si había crecido poco, estos eran más delgados. Así como los ancianos acumulan arrugas en la cara, el megalodón lo hacía en sus vértebras.
Coprolitos gigantes
Ahora nos toca analizar uno de los fósiles más importantes: el excremento del megalodón. En Carolina del sur se han encontrado unos coprolitos con 5.5 pulgadas (14 centímetros) de longitud. Por la forma en que fueron depositados los científicos determinaron que el megalodón tuvo, al igual que otros tiburones, algo conocido como válvula espiral. ¿Y eso qué es? Se trata de un órgano especial consistente en una cavidad que cumple las funciones del intestino delgado. Dentro de ella hay numerosos pliegues internos similares a una escalera caracol que aumentan la superficie de absorción y que hacen que no se necesiten tantos intestinos.
Hogar dulce hogar
Al igual que el tiburón blanco, los megalodón vivían en alta mar y en todos los océanos con temperaturas tropicales o templadas. Durante el mioceno esto significaba casi la totalidad de los océanos de mundo. Se han encontrado sus fósiles en ambientes donde las temperaturas de la época estaban entre 33 y 75 grados Fahrenheit (1 y 24 grados centígrados). Muchos piensan que soportó temperaturas medianamente bajas debido a que mantenía su temperatura corporal independiente del calor del agua que lo rodeaba.
Tiernos pero peligrosos
Asesino de alta mar
Se ha calculado que un megalodón podía comer 2504 libras (1136 kilogramos) de comida al día. Siendo un depredador tan voraz, ¿te imaginas cuál debió ser su alimento principal? Si quieres saberlo solo debes mirar los fósiles. Los paleontólogos han encontrado diversos huesos de ballenas con huellas de haber sido mordidos por el megalodón y varios dientes de megalodón cerca de huesos masticados de ballenas. Su modo de atacar te parecerá mucho más atroz que del tiburón blanco. Mientras los tiburones actuales prefieren morder en las zonas blandas del cuerpo, en especial el abdomen, el megalodón atacaba las zonas duras como la caja toráxica o la columna vertebral destruyendo los órganos internos. Si la presa era muy pequeña entonces sí utilizaba el método del tiburón blanco, atacando desde abajo y matando en una sola arremetida. Sus métodos variaron un poco a mediados del Mioceno, cuando los grandes cetáceos comenzaron a poblar los océanos. Para cazarlos, el megalodón les arrancaba las aletas destruyendo su mecanismo de locomoción y cuando su víctima estaba inmovilizada regresaba para dar el mordisco mortal o para comer con tranquilidad. El megalodón era tan temible que los tiburones blancos, que ya vivían en ese entonces, evitaban encontrarse en el mismo hábitat que él.
El final de un gigante
La gran pregunta que debes estar haciéndote es cómo un animal tan poderoso, sin ningún depredador importante que lo ponga en peligro y mucho más poderoso que el Tiranosaurio pudo haber muerto sin un impacto de asteroide de por medio. La respuesta hay que buscarla en el clima. Si bien el Mioceno alcanzó un máximo calórico alrededor de los 14 millones de años pronto la temperatura comenzaría a descender. ¿Te has dado cuenta de que cuando pones cubos de hielo siempre parece que el agua se reduce? Eso es porque cuando está solida el agua ocupa menos espacio. El progresivo congelamiento de los polos redujo el nivel de las aguas costeras donde los pequeños megalodón cazaban. Cuando la calidad de los espacios de crianza se reduce toda la especie es afectada, pero esta no fue la única desgracia. Al mismo tiempo, los cetáceos comenzaron a extinguirse y los que quedaron se mudaron a las regiones polares, muy frías como para que el megalodón las habitara. La escasez de alimento hizo que la competencia por las presas entre el megalodón, las ballenas dentadas gigantes y las antiguas ballenas asesinas sea cada vez más fuerte. El temible megalodón tenía tanta hambre que recurrió al canibalismo y comenzó a alimentarse de sus propias crías trayendo consigo el final de la especie. El último de esta especie murió hace 2.6 millones de años…aunque algunos piensan que sigue vivo.
Evidencias de su existencia
Si amas al Megalodón y desearías que siga vivo, no olvides comentar y compartir este post con tus amigos.